JON LEE ANDERSON

CUBA: abierta a negocios

Hace poco, una noche en un nuevo res­taurante de La Habana llamado VIPs, el dueño, un catalán canoso de nombre Jordi, especulaba sobre cómo sería la vida en Cuba tras una reconciliación con Estados Unidos. “Ven, déjame mostrarte”, me dijo con confianza, y me condujo a un gran espacio abierto entre el edificio vecino y el suyo, un chalet del siglo XVIII construido para un marqués español. Haciendo ges­tos con las manos, Jordi indicó dónde estaba cons­truyendo un bar y un restaurante al aire libre, una bodega y una zona de chill-out. “Va a ser un club para amigos”, aclaró. “Para amigos con dinero”.

En el interior, Hugo Cancio, uno de los amigos de Jordi de la nueva élite transnacional, estaba sentado a una mesa en un rincón. Empresario cubano-estadounidense, Cancio vive en Miami pero vuela a La Habana tan seguido que el menú de VIPs designó con su nombre su plato favorito: la paella Don Hugo. Con cincuenta y un años, Can­cio es alto, tiene hombros de atleta y un andar ágil. Lo acompañaba su hija Christy, que hace poco ha­bía terminado la universidad en Estados Unidos. Su mesa daba a una barra cuadrada, a una docena de mesas llenas de gente vestida con elegancia y a una pantalla gigante que mostraba Tiempos mo­dernos de Chaplin en loop. En su iPhone 6, Cancio me mostró una selfie que él y Christy se habían sacado ese mismo día más temprano con el presentador televisi­vo Conan O’Brien, que estaba en La Habana graban­do su show. O’Brien los había invitado a reunirse con él en El Aljibe, un restaurante al aire libre frecuenta­do por los diplomáticos y la nomenclatura mayor de Cuba. “¿Qué piensas?”, me preguntó Cancio con una sonrisa. “Cuba está cambiando, hombre”.

El último diciembre, tras cinco déca­das de enemistad y dieciocho meses de conversaciones secretas, Estados Unidos y Cuba anunciaron que habían acordado normalizar sus relaciones.

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