Tariq Ali

Contra Winston Churchill

Durante los últimos cuarenta años, el culto inglés a Winston Churchill llegó a niveles de adulación casi absurdos en Inglaterra, lo que provocó una fuerte respuesta de los anticolonialistas que critican el imperialismo británico. Este culto recibió un espaldarazo en marzo de este año, cuando el presidente Volodimir Zelensky se dirigió al Parlamento inglés por Zoom y parafraseó uno de los discursos de Churchill más famosos de la Segunda Guerra Mundial (el de la transmisión de “los combatiremos en las playas”), relacionándolo con el ataque ruso al país del líder ucraniano.

Al presidente ruso Vladimir Putin le asignaron el papel de Hitler. Zelensky adoptó el rol de Churchill. Los parlamentarios de los cuatro partidos británicos se regocijaron de placer. Aunque la OTAN le haya conferido una santidad temporal a Zelensky, no deberíamos dejar de lado lo erróneo de su analogía. Después de todo, la columna vertebral del Tercer Reich fue aplastada en Stalingrado y Kursk gracias a la determinación y coraje del Ejército Rojo (en el cual lucharon muchos ucranianos, en cantidades mucho mayores que las de aquellos que desertaron para pelear del lado de Hitler). La potencia de la industria de guerra estadounidense hizo el resto.

Por lo tanto, no hubo combates en las playas inglesas ni en ningún otro lugar del Reino Unido. La Luftwaffe sí bombardeó Gran Bretaña, pero la tan temida invasión de Hitler nunca se materializó ya que sus ambiciones se desintegraron en el Frente Oriental. Para no ser demasiado malvados, podemos dejar que la Cámara de los Comunes y los medios británicos se deleiten con Zelensky y su imitación de Churchill, pero no me sorprendería en lo más mínimo si me dijeran que fue una estratagema sugerida por el Ministerio de Relaciones Exteriores desde un principio. De todas formas, me pregunto si Zelensky sabe que Churchill apreciaba y hasta proporcionó armamento a Anton Denikin, un general zarista que combatió encarnizadamente contra los bolcheviques en la guerra civil posterior a la Revolución Rusa, y que Putin también considera como un héroe.

¿Y qué se puede decir de la veneración de Churchill? En el período de posguerra inmediato, los británicos votaron claramente para reemplazarlo. El culto a Churchill, en esencia un fenómeno inglés, tardaría casi cuarenta años en aparecer. Fue propagado por primera vez en 1982, casi dos décadas después de su muerte en 1965, por Margaret Thatcher, que con el apoyo moral del presidente Reagan y el general Pinochet, ganó la guerra de Malvinas contra Argentina. Churchill había sido invocado por todos los bandos en el Parlamento antes de la guerra. Se comparó con Hitler al dictador argentino Leopoldo Galtieri, y quienes se opusieron a la guerra fueron denominados como “conciliadores”, al estilo de Chamberlain.

Más tarde, ese mismo año, en un encendido debate contra la guerra en New Left Review, Anthony Barnett fue el primero en explicar cómo se estaba usando al líder británico de tiempos de guerra, un fenómeno moderno inventado por la necesidad de buscar apoyo a la guerra que había decidido librar Thatcher. Barnett dice: «El churchillismo es como la urdimbre de la cultura política británica a través de la cual todas las tendencias tejen sus diferentes colores. […] Sin embargo, el hecho de que la ideología sea tanto más que la emanación del hombre es en parte el secreto de su poder y duración.»

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